El siguiente animal fue un gato. Un gato completamente blanco. Estaba en una cocina con el suelo desnivelado, la chimenea abierta, una mesa de madera que estaba un tanto rota y las paredes encaladas. Frentre a ellas, el gato era casi invisible, a excepción de sus oscuros ojos. Cuando giraba la cabeza se difuminaba con la pared. Cuando daba saltos en el suelo o hacia la mesa, parecía una criatura que hubiera escapado de las paredes. La forma en la que aparecía y desaparecía le daba la misteriosa intimidad de una deidad del hogar. Siempre pensé éstas que eran animales. A veces visible y a veces invisible, pero siempre presente. Al tiempo que me sentaba en la silla, el gato saltó sobre mis piernas. Tenía los dientes afilados tan blancos como su pelaje. Y la lengua rosada. Jugaba, como todos los gatos, continuamente: con su propia cola, en los respaldos de las sillas, con las migajas del suelo. Cuando quería descansar, buscaba algo mullido sobre lo que acostarse. Y observándolo, fascinado, durante una semana, me dí cuenta de que siempre que podía elegía algo de color blanco: una toalla, un jersey blanco, ropa lavada. Entonces, con los ojos y la boca cerrados, enroscado, se volvía invisible rodeado por las blancas paredes.
ich sah der dorfsweg in diesem moment wie es in die Zukunft sehen werden.
Was ich sah, hatte sich ferne die Verganenheit werden. Diese Verwandlung
was so...
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