En la habitación, la coloqué sobre algunas hojas encima de la cómoda. Cuando apagué la luz, la luciérnaga brillaba de nuevo. En el tocador había un espejo que miraba directamente a la ventana. Si me recostaba sobre ese lado, veía una estrella reflejada en el espejo y a la luciérnaga bajo la cómoda. La única diferencia entre ambas era que la luz de la luciérnaga era más verdosa, más glacial, más lejana.
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