Poco después la liebre volvió a atravesar la carretera, esta vez media perseguida por media docena de hombres, no obstante corriendo mucho más lentos que ella, y parecía que había saltado de un plato. La liebre saltaba hacia los peñascos y las primeras partes nevadas. El agente de aduanas estaba gritando instrucciones sobre como cazar la liebre. Y yo seguí conduciendo para atravesar la frontera.
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